Después de estar una hora y media dormida, tenía hambre. Desperte con el pelo sudado y enredado. Abrí el grifo de la ducha y me pegué una ducha rápida. Con la toalla al rededor del cuerpo y con una en la cabeza, me asomé a la ventana de mi habitación para ver el día. Hacía sol, y al levantarme sudada, por lógica, hacía calor. Abrí mi armario y me quedé un rato pensando que ponerme, me decanté por unos pantalones vaqueros cortos, de un tono clarito. Abrí el cajón de las camisetas y me decanté por una verde color campo, y unos comverse del mismo color. Bajé a la cocina, aun quedaba en el horno un trozo de lasaña de la noche anterior. La calenté en el microondas y me la comí. A lo rápido, le escribí una nota a mi madre y la dejé en la mesa de la cocina.
''Mamá, he ido a dar un paseo, vuelvo pronto.''
Salí de casa con mi movil en el bolsillo y un billete de cinco euros por si las moscas.
Caminé por la manzana un rato, hasta que llegué a un parque, caminé tranquilamente. El cielo comenzó a encapotarse, y unas nubes negras amenazaban con dominar el día. Llegué de nuevo a la carretera, había tres direcciones. Derecha, izquierda o hacia delante. Había un paso de cebra y en el otro lado de la calle logré ver un cartel.
''Peluquería Samanta''
Todo me recordaba a ella, me vino a la cabeza la imagen del accidente. Me giré y, mirando al suelo, empecé a correr. En mi trayecto, me tropecé con un muchacho, y me dejé caer al suelo mientras lloraba.
- Eh, tranquila. ¿Estás bien?
- Lo siento, lo siento mucho. - intentaba hablar mientras lloraba-
- No llores, ¿te has echo daño?
- No, estoy bien. Puede irse.
- No pienso dejarte aquí sola, es de locos.
No contesté, me quedé tirada en el suelo y de repente empezó a llover. Poco a poco la lluvia era mas y mas intensa y caía con mas fuerza. El muchacho me cojió en brazos, no sabía a donde me llevaba pero me daba igual. Solo quería olvidar.
Me desperté acostada en un sofá, y un chico de pelo castaño, con unos ojos preciosos de un color azul cielo estaba obserbándome.
No sabía donde estaba, y me notaba húmeda.
- Menos mal que no están mis padres, llegarían a creer que eres mi novia.
- ¿Donde estoy?
- Bienvenida a mi casa.
- ¿Que hago aquí?
- Te traje desde el parque, estabas llorando. ¿Recuerdas algo?
- Si, ya me acuerdo ...
- Estás empapada, te traeré algo caliente.
- No, no es necesario, muchas gracias,
- ¿Eres una fanática de los constipados?
- No, la verdad es que no.
- Pues entonces, permíteme ayudarte a no resfriarte. Sería todo un honor.
- Gracias. - me sentía bien con él, me sacaba una sonrisa-
Salió de la sala, tardó un poco y me trajo un vaso de leche caliente, supuse que estaba caliente porque echaba humo. Y lanzó una toalla con una especie de camiseta.
- La camiseta es mia, pero por lo menos no estarás mojada.
- Gracias.
- No hay de que.
Se giró mientras me ponía la camiseta y me quitaba el pantalón.
- Es enorme, me sirve de vestido.
- Si, aun encima el marcianito que tiene dibujado va a juego con tus combers.
- ¿Por qué te empeñas en hacerme reir?
- Me gusta sacar sonrisas de donde antes había lágrimas.
- Es genial.
- Me podrías decir tu nombre. Así te puedo hablar mas, coloquialmente.
- Me llamo Laila, ¿y tú?
- Javier, pero mejor llámame Javi. ¿Eres nueva en el barrio?
- Pues si, soy nueva, llegué hace unos días.
- Ya decía yo que no te conocía.
- ¿Por qué?
- No me hubiera olvidado de ti.
Sonreí levemente. Me gustaba, era diferente a los demás chicos que yo llevaba conocido en mis 16 años de vida. Era simpático, agradable, y muy mono. Era como ... un chico ''perfecto''.
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